miércoles, 10 de noviembre de 2021

Un artículo para repensar el quehacer educativo

 

Un buen amigo mío, educador con décadas de experiencia, me acompañó hace tiempo a una importante celebración familiar. Por la tarde - noche algunos jóvenes inauguraron lo que sería una maratónica y variopinta jornada de baile: Cumbia, bachata, salsa, banda, norteña, etcétera.
Vimos a un muchacho que, sin despegarse del grupo que alegremente bailaba, tecleaba en su celular y no despegaba su vista de él.

- Lo que es el vicio - me dijo mi amigo. Ese chavo ni al bailar suelta su aparato.

Asentí. La adicción al celular era mayúscula.




Alguien que pasaba, y nos escuchó, se acercó y nos dijo, sin poder disimular su sonrisa:


- Están muy desactualizados, maestros. Ese chavo es el dj, es el que pone la música. ¿Ven esa bocina de allá? Pues está conectada, vía bluetooth, a su celular. ¿Sí? Desde Youtube manda las canciones. ¿Sabían eso?

Y pues no, no lo sabíamos. Con pena tuvimos que reconocer que, en efecto, estábamos desactualizados y habíamos emitido un juicio apresurado e injusto. Nos quedaba, en consecuencia, mucho por aprender en relación a la tecnología, sus usuarios, sus manejos y sus alcances.

Lo anterior viene a mi memoria a propósito del artículo "De las Tics a las Tacs: La importancia de crear contenidos educativos", donde la autora,  Mónica Moya López (2013), resalta la importancia que, para los docentes en este momento histórico, entraña la actualización respecto al potencial de las herramientas tecnológicas y los enfoques pedagógicos centrados en el alumno.  

No se trata, entonces, de lanzar juicios descalificadores en contra de las herramientas tecnológicas y de quienes las utilizan - lo que casi siempre se hace por prejuicios, miedo, ignorancia o conveniencia -, sino de saber aprovecharlas, en el mejor sentido, y ponerlas al servicio del aprendizaje en sus dimensiones conceptual, metodológica y actitudinal.




Así pues, cinco categorías fundamentales destacan, implícita y explícitamente, a lo largo del texto: Cooperación, plena participación, creatividad, acompañamiento y creación - transformación (metodologías activas). Éstas, en armonía con la sociedad del conocimiento, son caldo de cultivo para la generación de entornos de aprendizaje significativo.

Dos frases del artículo en mención lo sintetizan de manera contundente:

1. "...se hace indispensable el desarrollo de la competencia digital de los docentes, que a su vez fomentará el desarrollo de la competencia digital de los alumnos, garantizando una educación y un proceso de enseñanza-aprendizaje adaptado a la sociedad del siglo XXI."


2. "Ya no es tanto el acumular y gestionar información, sino que su importancia radica en que esa información se transforma en conocimiento, por lo que las tecnologías deben facilitar el acceso al conocimiento y a su aprendizaje".

Moya López, sensible, aguda, ha escrito un artículo de gran calado, que arroja pistas para repensar el quehacer educativo de cara a los desafíos del siglo XXI. Ojalá de su lectura broten acciones concretas
que impacten positivamente en nuestros ámbitos de intervención. De eso se trata.

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