viernes, 22 de abril de 2022

Pensar para hablar

El que guarda su boca y su lengua

su alma guarda de angustias.

Libro de los proverbios



¿Habrá quien no se haya arrepentido alguna vez por haber dicho lo que no debía, a las personas que no debía o en el momento que no debía? ¿Habrá quien nunca se haya metido en aprietos por "hablar de más"? ¿Habrá quien no haya padecido alguna vez la incomodidad o el daño que causa la impertinencia verbal?
Que cada uno responda.

Al respecto, sin embargo, viene a mi memoria lo que nos recomendaba un eminente maestro de oratoria, formador genuino de oradores en la región lagunera: "Hay que pensar para hablar, no hablar 
para pensar". Ésa era una de las grandes enseñanzas que con denuedo compartía dentro y fuera del salón de clases y a través de los artículos y libros que publicó.

Pensar para hablar, no hablar para pensar. Quiere decir esto que, si somos de buena entraña y no queremos causar daño a nuestros oyentes o perjudicar nuestra propia imagen (al quedar ante los demás como personas irresponsables, insensibles, torpes o aceleradas), conviene sopesar lo que vamos a decir, pues las palabras tienen peso, vida propia, y no sabemos hasta dónde pueda llegar su impacto. De lo contrario, corremos el riesgo de adentrarnos, por descuido personal, en el terreno de la preocupación y la angustia.




¿Qué hacer, después de haber hablado "de más", para reparar el daño causado a otros o a nuestra propia imagen? ¿Cómo borrar, en caso de que sea posible, la mala impresión o el deterioro emocional que provocó en los demás lo que dijimos en un momento de irreflexión? ¿Qué hacer, cómo hacer? Esto implica pensar...pero después de haber cometido la imprudencia verbal. La tarea, entonces, consistiría en pensar para corregir una equivocación (otra vez: en caso de que sea posible). Como diría un reconocidísimo cantautor mexicano. "pero qué necesidad".

Por el contrario, pensar para hablar, es decir, calcular nuestras palabras, valorar las posibles consecuencias de lo que decimos, sopesar el impacto emocional de de nuestro mensaje en los demás puede ayudarnos a forjar relaciones más armónicas, y evitarnos desaguisados innecesarios. Pensar para hablar no sólo alude a la inteligencia, sino también a la buena voluntad, a la bondad. Pensar para hablar es actuar con prudencia.






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