¿Qué es un testimonio? Es, ante todo, la preservación de la
memoria, es el recuerdo, la experiencia que se comparte para provocar, para concientizar
y no cometer los errores del pasado. Ante el silencio, conveniente para quienes
se sienten amos y señores de la vida y el territorio, el testimonio brota y se
yergue contra el olvido.
Por eso la publicación que el Fondo de Cultura Económica, a
través de su colección editorial Vientos del pueblo, hiciera de Hibakusha,Testimonio de Yasuaki Yamashita,
es digna del más hondo reconocimiento.
El daño ocasionado por las bombas nucleares, sin embargo, no
se agotó esos días, ya que el efecto de la radioactividad ha provocado la
muerte de numerosas personas hasta la actualidad. Encima, los sobrevivientes padecieron
por largo tiempo la exclusión y el rechazo dentro y fuera de su país, pues se
creía que sus problemas de salud eran contagiosos.
Esta discriminación, según algunos investigadores, aún
suscita miedo en algunos hibakushas, quienes no se atreven a reconocer su
condición de sobreviviente. Las reservas tienen razón de ser, pues no sólo veían
limitadas su vida laboral y preparación profesional, sino que la posibilidad de
entablar amistades, incluso de casarse, se veía reducida cuando se desvelaba
que habían estado en Hiroshima o Nagasaki los días del bombardeo.
El propio Yasuaki Yamashita dice en su testimonio: “durante
cincuenta años había ocultado ese terrible dolor, sufriendo
interiormente”. Y más adelante:
“comprendí que era una obligación de los sobrevivientes compartir esa tragedia,
aunque resulte muy difícil y dolorosa(…) consideramos que si dejáramos de
hablar de lo que sucedió se puede repetir la historia e cualquier parte del
mundo”.
La advertencia no es infundada. De acuerdo a la Organización
de las Naciones Unidas, hay en la actualidad 13.400 armas nucleares en el
mundo. Nuclear Threat Initiative, por su parte, ha difundido que esas armas
están distribuidas en nueve países: Estados Unidos, China, Pakistán, Corea del
Norte, India, Rusia, Israel, Francia y el Reino Unido.
Por lo tanto, el testimonio de Yasuaki Yamashita, que
adquiere forma escrita con el apoyo de Sergio Hernández – investigador y
profesor de la Dirección de Estudios Históricos del INAH- y las ilustraciones
de Edu Molina, es un llamado de alerta contra el olvido y la indiferencia. Es
un exhorto contra los absurdos y las crueldades de la guerra.
Además, hoy que en el ámbito educativo se habla tanto del
aprendizaje situado y de motivar el diálogo, la participación activa y el
espíritu crítico, el camino recorrido por Yasuaki Yamashita puede servir de
ejemplo a quienes, con genuino interés en los procesos formativos y
transformadores, buscan generar ambientes de aprendizaje humanizadores y poner
el énfasis en los valores de uso.
Porque la primera vez que compartió su experiencia, en 1995,
fue gracias a la invitación (e insistencia) que un estudiante le hiciera para
visitar su escuela, para platicar con el grupo, para dialogar sobre un tema del
que – como tantos otros que atañen al bien común – poco o nada les habían
hablado.
Aceptó. Y desde entonces visita escuelas para compartir su
experiencia sobre la bomba atómica, para dialogar, para convivir con
estudiantes, maestros, habitantes de la comunidad, padres y madres de familia
(y otros más, como la persona que condujo su auto durante tres horas para
asistir a una de sus pláticas) acerca de lo que sucedió durante y después de
aquellos días en que miles de personas perdieron la vida a causa de un ataque
despiadado.
Hibakusha, Testimonio
de Yasuaki Yamashita, es una obra cuya lectura, esperanzadora, ofrece
también rutas para el impulso de otro tipo de comunicación, más horizontal, más
centrada en el ser humano. Es una obra, en conclusión, imprescindible.
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